jueves, 28 de abril de 2011

Los medios públicos y comunitarios

Las ciencias de la comunicación se han dedicado desde hace décadas a los estudios sobre medios y percepciones, pero no han abordado suficientemente la comunicación desde el punto de vista de la ciudadanía. Territorio, identidad y acción colectiva son conceptos que cruzan actualmente el ámbito de reflexión de los medios públicos y comunitarios.
Una de las distorsiones principales es el intento de reemplazar la interacción humana, la interlocución o interaprendizaje, por la interactividad tecnológica, basándose en el supuesto de que la mediación electrónica facilita el diálogo.
No deberíamos abundar aquí sobre los límites de los medios privados, pues ya lo hemos hecho en otros textos.  Es importante recordar, sin embargo que la eclosión de empresas privadas de información y difusión en las últimas tres décadas, no ha correspondido, como se esperaba en un primer momento, con una mayor diversidad de opciones. Todo lo contrario, la imposición de un modelo único de televisión o de radio, cuyo eje es el gigantesco mercado de consumidores, ha aniquilado o por lo menos debilitado otras maneras de hacer cultura audiovisual.
La televisión comercial global, que reside en los sistemas de cable y de satélite, no ofrece alternativas al televidente sino por el contrario, se erige en una red única y hegemónica con una visión unilateral del mundo, con contenidos uniformados y homogenizantes, emitiendo los mismos productos, por canales diferentes, 24 horas al día, incluso en idiomas locales. La  televisión privada nacional, no es sino eco de las redes internacionales, ya que su programación no se diferencia fundamentalmente de la programación de las redes de cable o satélite. La televisión “clon”, es el patrón de desarrollo.
Con variantes poco significativas, las empresas de cable ofrecen paquetes de 60 a 80 canales que son pavorosamente parecidos los unos a los otros.  Un ejercicio de “zapping” –cambiar rápidamente de un canal al siguiente- suele confirmar que hay muy poco que ver en semejante oferta de canales, a menos que los niveles de exigencia personal sean muy bajos.

La televisión pública, por comparación, parece funcionar en la clandestinidad. Generalmente tiende a ser ignorada por los espectadores con el argumento manido de su pobreza técnica y falta de espectacularidad, pero lo cierto es que el gusto de los telespectadores, es decir su capacidad de apreciación, ha sido malversado, desintegrado por la televisión comercial, lo mismo en el mundo industrializado que en el Tercer Mundo.

La televisión pública, que ha sobrevivido a pesar de la explosión de las redes comerciales, continúa siendo el púlpito desde el que predican los gobiernos, aunque algunos han tenido la visión de futuro necesaria para abrir espacios a una programación cultural y pública que intenta contrarrestar con producción propia la abundancia de enlatados. Incluso en los países industrializados y ricos la televisión pública enfrenta problemas de sobrevivencia y legitimidad, más aún en países dependientes donde el Estado es demasiado débil y donde la cultura no figura en la lista de prioridades.

La falta de continuidad en los proyectos culturales y educativos de los gobiernos ha llevado a la sociedad civil a ofrecer sus propias respuestas. En ausencia de una política del Estado en la que la comunicación masiva tenga una responsabilidad de promover  el desarrollo social, económico y cultural, otras instituciones han levantado ese estandarte.  Las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) se han comprometido fundamentalmente en proyectos de radio comunitaria, mientras las universidades hicieron el intento –pocas veces con éxito- de poner en pie canales de televisión. 
En la medida en que los medios de información masivos no atienden las necesidades de comunicación comunitarias, las comunidades y organizaciones sociales se dotan de sus propios medios: radio, video, prensa, teatro popular, periódico mural…
La larga experiencia de la radio comunitaria, particularmente en América Latina pero cada vez más en Asia y en África, debe ser la que inspire el desarrollo de la televisión comunitaria así como de las nuevas iniciativas de telecentros o centros multimedia. Los mismos temas son cruciales para su desarrollo:
a) Participación y Apropiación Local,
b) Lengua y Pertinencia Cultural, 
c) Generación de Contenidos Locales,
d) Tecnología Apropiada y Convergencia Tecnológica,  y
 e) Conformación de Redes.

Las ventajas tecnológicas, inicialmente dirigidas a la producción de videos familiares, benefició enormemente el movimiento de video independiente y popular.  Los sindicatos, los grupos de mujeres y jóvenes, las comunidades indígenas y otros sectores se armaron  de cámaras de video para documentar su realidad. Las experiencias se multiplicaron por doquier, tanto en los países industrializados como en los países dependientes. El activismo comunicacional que el video pudo alimentar fue enorme, en muchos ámbitos de actividad relacionados con la libertad de expresión y de organización, así como en proyectos de desarrollo
 Fenómenos más recientes como YouTube o Google Video han contribuido a potenciar el uso de los videos como expresión grupal o individual, mediante la convergencia tecnológica con Internet.
Es una paradoja que las experiencias de radio o televisión comunitaria, y en alguna medida las que pertenecen al sector público, tengan que demostrar su legitimidad aún en países con gobiernos democráticos que ponen todos los escollos posibles para que no prosperen. Si bien se ha avanzado bastante en materia de legislación, parecería que algunos países legislan para ponerle límites a los medios comunitarios, antes que para legitimarlos y apoyarlos
El derecho a la comunicación y la libertad de expresión son derechos ciudadanos
  • El espectro radioeléctrico es patrimonio de la humanidad
  • Un sistema de radiodifusión democrático debe reconocer tres tipos de medios: públicos (estatales), privados (comerciales) y comunitarios
  • Los medios comunitarios deben ser establecidos sin discriminaciones de potencia, cobertura o acceso
  • Es necesario un organismo independiente para administrar y otorgar frecuencias
  • La participación ciudadana en políticas públicas de radiodifusión es indispensable
  • Se requiere de transparencia en los procedimientos de asignación de frecuencias
  • El Estado debe garantizar la sostenibilidad de los medios públicos y comunitarios
  • El Estado debe tomar medidas para impedir los monopolios de propiedad de medios
Los medios comunitarios, a diferencia de los comerciales, fomentan la participación de los ciudadanos en la vida pública, tomando en cuenta la fragmentación de la audiencia en grupos de intereses particulares. Los medios comunitarios enriquecen la vida democrática porque son un foro donde la población puede expresarse con libertad. Frente a la desaparición del espacio público, copado por los grandes intereses económicos, los medios comunitarios abren espacios de presencia ciudadana a nivel local o regional. Son medios específicos y en esa medida únicos, porque ofrecen a cada audiencia una programación hecha a medida; de ese modo reflejan la diversidad de intereses de la audiencia.  
Tanto medios públicos como comunitarios son por ello aliados esenciales de una educación que sea concebida como un proceso de aprendizaje permanente, de toda la vida, en el que no hay “emisor” y “destinatario”, ni existe la supremacía autoritaria del maestro sobre el alumno, sino más bien un proceso de aprendizajes mutuos basados en el diálogo y la expresión creativa.
Al  igual que la escuela, los medios públicos y ciudadanos, los medios participativos y comunitarios, tienen la función de desarrollar ciudadanos y construir ciudadanía, que es algo más importante que reproducir patrones de comportamiento. Los medios comunitarios no son solamente un vehículo para trasmitir información diferente a la de los medios comerciales y pertinente a las comunidades, sino que son en sí mismos procesos y prácticas comunicativas que contribuyen a construir tejido social. Los procesos de comunicación son componentes pedagógicos del aprendizaje.



Comunicación y educación: Una relación necesaria
Los medios de comunicación y la educación están vinculados desde el mismo momento en que los medios ocuparon un lugar importante en la transmisión de información y conocimientos, tarea hasta el momento reservada a la escuela, la familia y otras instituciones sociales. El primer desafío que debe afrontarse en la educación del siglo XXI es un cambio de mentalidad y actitud, tanto en los alumnos como en los profesores. Frente a la identificación tradicional de la educación como la transmisión de conocimientos, se impone un nuevo concepto: el de la gestión del conocimiento. Eso significa que el alumno debe acceder a las informaciones necesarias, saber seleccionarlas, articularlas y aplicarlas a un determinado objetivo. Los medios de comunicación son una importante herramienta para conseguirlo

La relación entre comunicación y educación se da desde el origen mismo de ambos conceptos: no puede entenderse la tarea educativa sin una acción comunicativa. No hay quién enseñe si previamente no comunica. Sin embargo, si nos referimos a la educación y los medios de comunicación, nos encontramos con que han estado vinculados desde el mismo momento en que éstos ocuparon un lugar importante en la transmisión de información y conocimientos, tarea hasta entonces reservada a la escuela, la familia y otras instituciones sociales.
«Tanto en el proceso de adquisición y transmisión de información como de conocimientos, los medios juegan un papel fundamental, hasta el punto que se constituyen en referentes imprescindibles en el ámbito educativo a la hora de obtener una determinada conceptualización del mundo. Se han convertido en vehículos fundamentales de circulación de conocimiento y por ello son un factor imprescindible en la educación no formal a la hora de seguir nuestras pautas culturales. Queramos o no somos seres mediáticos y pertenecemos a una cultura que no puede entenderse ni existe al margen de la comunicación.»1
La presencia progresiva de los medios en la vida de las personas provocó que las relaciones entre comunicación y educación fueran conflictivas. Hubo dos tipos de desencuentros:
a)  Uno provocado por criterios divergentes a la hora de conceptualizar y  delimitar el espacio académico de la comunicación y la educación
 b)  Otro debido a distintas perspectivas en la aplicación práctica de sus supuestos teóricos.
En el primer caso, la autonomía de la nueva disciplina de la comunicación fue vista en un principio con recelos por otras disciplinas ya consolidadas y con espacios claros de interacción académica y social. Hubo sectores universitarios que consideraron que la comunicación, por sí misma, carecía de bases teóricas y que debía estudiarse desde otros campos como la sociología, la psicología, la educación o la historia. La pugna entre unos y otros para establecer competencias sobre la nueva disciplina, amén de ser estéril, empobreció la reflexión. En el caso de los medios de comunicación, la situación fue peor, ya que hubo un consenso generalizado en considerar que, para construir sus contenidos, tanto periodísticos como de entretenimiento, bastaban determinadas destrezas técnicas, un cierto conocimiento del uso de las nuevas tecnologías, y una práctica más cercana a un oficio que a una profesión.

Lo cierto es que en un principio muchos no supieron (o no quisieron) ver la complejidad que entrañaba la nueva disciplina de la comunicación. Los argumentos por los que se le negaban el pan y la sal en el ámbito académico cayeron en un análisis simplista. Una cosa es hablar de un mundo global y otra, saber dar respuesta a las contradicciones que inevitablemente plantea. Y en este caso, la contradicción reside en el hecho de aceptar, por una parte, que estamos en la denominada sociedad de la comunicación, y negar, por la otra, que su estudio pueda aportar una perspectiva nueva al conocimiento







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