jueves, 28 de abril de 2011

Debajo de las palabras, los significados ocultos

Es imprescindible recuperar el valor semántico de “educar” y de “comunicar”, pues ambos han sido distorsionados por el uso. Aunque las raíces de educar, provienen del latín “educere” y “educare”, el primero significa sacar lo que está adentro del ser humano, para prepararlo como ser social, mientras que el segundo nos remite a una acción de moldear y guiar. Sacar de adentro hacia fuera el potencial de conocimientos y valores, apoyar el desarrollo de algo que ya existe en el ser humano, en lugar de simplemente moldearlo, hacerlo igual a otro, para que asegure la transmisión de ciertas informaciones. Educere implica preguntar, dialogar, pensar y crear, en oposición a memorizar y repetir. La memorización y la repetición del modelo educativo, es lo que hace que permanezca una institución que se resiste al cambio.
Si la educación tiene la función de sacar lo que el individuo lleva adentro, para potenciar su creatividad y para socializar con los demás su conocimiento y sus valores, entonces no bastan los equipamientos y las capacitaciones en tecnología: lo que importan son los procesos que permiten comprender dimensiones de la imagen y del sonido que no por demasiado obvias son mejor entendidas. Es un hecho que en medio de la “sociedad de la información”, vivimos un galopante analfabetismo de la comunicación.  La comprensión de la comunicación es pobre, y las confusiones entre los propios especialistas son frecuentes.
En la medida en que la educación deje de ser percibida como un producto, y se comprenda como un proceso, se acercará más a su potencial de responder a las necesidades de la sociedad. Y precisamente es la comunicación la que puede contribuir en esa evolución, porque la comunicación es también proceso antes que producto. De ahí que es tan importante establecer entre los propios comunicadores la diferencia que existe entre información (producto) y comunicación (proceso).
En el caso de la “comunicación”, más sujeta a intereses económicos y políticos inmediatos que a lastres institucionales como la educación, se dan igualmente confusiones de términos. Communio significa compartir, poner en común, participar, lo que hace de la comunicación algo muy diferente de la información, y muy próxima al verdadero sentido de la educación. Sin embargo,  es muy corriente confundir en el lenguaje cotidiano la comunicación con la información, y los propios comunicadores y periodistas contribuyen a esa confusión.
Las carreras de periodismo, que hace dos o tres décadas cambiaron de nombre para convertirse de un plumazo en “carreras de comunicación social”, no han cambiado en lo fundamental su enfoque mecanicista. Cambiaron de nombre cuando incorporaron la publicidad, las relaciones públicas, pero mantuvieron la segmentación instrumental de sus departamentos por “medio”: prensa, radio, televisión, en lugar de organizar los estudios por área: comunicación para el desarrollo, comunicación ciudadana, comunicación y derechos humanos, etc.
Es como si en los estudios de medicina, los estudiantes tuvieran que optar por categorías instrumentales como ecografía, rayos X o tomografía, en lugar de estudiar anatomía, fisiología o histología. Así como la medicina estudia los procesos vitales del cuerpo humano, la comunicación estudia el proceso humano de comunicar. El estudio de los medios e instrumentos de difusión de la información es equiparable a los medios técnicos que usa la medicina para diagnosticar o curar.
En otras palabras, información no puede equipararse a comunicación, y los periodistas que manejan los mensajes no pueden equipararse a los comunicadores que facilitan procesos.
No lejos de esa confusión está la que asimila comunicación con comunicaciones.  Sobre todo su uso en inglés (o influenciado por el inglés) tiende a equiparar ambos términos. De hecho, la palabra “comunicaciones” no está en el diccionario de la Real Academia Española, es un anglicismo, y en inglés el plural se diferencia del singular en algo fundamental: communication alude al proceso humano de comunicarse, mientras que communications se refiere a un “sistema” que incluye las vías (carreteras, caminos) y los medios técnicos (teléfono, fax) utilizados
Una confusión similar a la que existe entre comunicación y comunicaciones,  aparece entre conocimiento y conocimientos. Corrientemente se alude a los “conocimientos” como la información que uno maneja sobre las cosas: uno tiene “conocimientos” sobre el cuerpo humano, sobre historia o sobre geografía. Pero el conocimiento es algo diferente no debe equipararse con la información, sino que el conocimiento es el lugar de encuentro entre las informaciones y la superestructura de cada individuo. El conocimiento es lo que cada uno de nosotros hace de la información que recibe, cuando la asume e incorpora a través del propio bagaje filosófico, cultural, emocional y contextual. De ahí que el conocimiento no es transferible, lo que es transferible es la información, a veces aludida erróneamente como “conocimiento”.
Lo anterior es importante, porque la palabra escuela o la palabra educación, ya no tienen el mismo significado para todos. Es muy diferente la manera como las entendieron Freinet, Vygotsky, Freire o Kaplún, a como la entienden quienes la conciben como un molde inamovible.

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